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“La casita de muñecas”

Autenticidad y originalidad es una aspiración y muestra de salud mental. Mostrase tal cual es sin duda difícil de desarrollar, pues puedes atentar con la inseguridad de los otros. Construir estas características, es una tarea que debe construirse de manera gradual y constante desde la infancia. En ese camino hay muchos obstáculos entre ellos la propia educación formal, que ha logrado con gran éxito desaparecer la creatividad y vacunar a la humanidad de ser auténticos y originales; la homogeneidad de los contenidos y la negación de la singularidad y, por tanto, de la diversidad son objetivos contradictorios de la educación formal nacional. Por eso creo que la necesidad de desaparecer la educación artística en los ambientes formales tiene objetivos perversos, entre ellos la absurda idea de desaparecer la diversidad humana.

Esto no es así en los procesos de la educación no formal e informal, cuando existe una autentica necesidad de aprender y enseñar comportamientos creativos, singulares, que rebasaen formas clásicas de mostrar emociones e inconformidades, que den movimiento a lo monótono, que interpelen y fomenten el análisis. Si nos acercamos a los diversos procesos creativos vamos a encontrar singularidad en la colectividad y colectividad en la singularidad, así hay articulación entre la potencia creativa de ser “tal cual es”. El filósofo Giorgio Agamben, al discernir qué es lo auténtico responde que es el deseo mismo, es objetividad-subjetividad juntas, pero principalmente es potencia y movimiento, que el “sujeto cualsea” no se deja determinar por el movimiento frenético de la máquina social-capitalista y sus instrumentos de homogenización como es la educación formal, que busca fabricar individuos sin colectividad. Como si se tratase de “objetos” que como producto objetivo, es medible, cuantificable y explicado de forma directa, positiva como cualquier mercancía requiere ser valorada en términos de cambio y de uso.

Al ver el deseo de autenticidad en el trabajo de Patricia Márquez, se refleja esa necesidad de renacimiento de un ethos barroco septentrional que puede ser tachado de kisch citadino norteño que pretende ser adjudicado a las madres de las mujeres de clases medias que sin estudios formales, se quedaron para desarrollar actividades, que la economía capitalista nunca remunerara, por sus tercera y cuartas jornadas laborables.

El trabajo que hoy vemos de Patricia, es la continuidad de su obra, donde lo femenino esta puesta no como un acto de simple irreverencia estética y arrebato subjetivo, sino de interpelación y búsqueda de debate. Esta impresa la seria necesidad de la madre ante la potencia de lo que es “la casita de muñecas” como juego y critica al destino romántico-fatalista del capitalismo norteño.

La ansiedad maternal ante la hija que crece, y se desenvuelve en este ethos de la modernidad colonial llena de falsas promesas libertarias y de prejuicios objetivistas feministas que evitan las emociones y sus posibles y renovados retornos a lo subjetivo-objetivo de los femenino.

Es quizás bajo esta poiésis femenina, en que se desgaja una epistemología estética propia, creada bajo la modernidad norteña y la crisis misma de sobrevivir en ella. Este conocimiento estético construido de manera dominante bajo la mirada de marco de la luna-sin espejo, donde esta inicialmente una muestra del tejido de gancho o crocher, incita la sentencia prejuiciosa de lo kitch, sin reparar que es el ethos barroco gestado de las tradiciones persas que llegaron a través de la interculturalidad española-árabe en la colonización, el “desarrollado gusto” de las mujeres novohispanas y de las clases populares mestizas que en justa recreación hacen suya.

Es notable la presencia de una renovada presencia barroca con nociones del prejuicioso post-art nouveau. Ya desde su obra “La vuelta a las entrañas del espejo”, ya Paty Márquez, deja en claro en ese marco de la luna-espejo, como una luz permanente, de búsqueda, y ejercicio de autorepresentación y de autoapropiación. Donde ambas son su estrategia de potencia y deseo poiético para una vida autentica, singular, pero reconstituida con “otros” y en comunidad. Es decir, se aventura a la provocación de potenciar el dialogo o la interpelación. Pero lo hace con la sutileza femenina de su estética y sin ser enfermizamente agresiva y objetiva, procura la itinerancia cultural de la fotografía, el video y la instalación posibilitando con ello la enseñanza-aprendizaje de ser madre-mujer-artista-autocritica del norte de México

Por ello “La casita de muñecas”, es por sí misma una búsqueda estética madre-hija. Proyecta la preocupación del destino moralista madre-mujer, es quizá, la crítica a la tiranía del espejo sobre la prefiguración comercial de lo femenino, es lo superfluo puesto en crisis, es quizá una crítica al encierro emancipatorio de lo femenino.

Entre líneas dice Patricia Márquez que “Ser autentica en la vida diaria o profesional significa la prevención de decidir bien por ser honesta y clara”, si esta obra se mirara sólo desde lo inmediato, quedaría uno satisfecho por la energía que ejemplifica, pero las palabras a su poiésis, renuevan esta forma sutil y barroca de ejercer la opinión y la reflexión estética.

3 de Febrero del 2016.

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