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El desolado septentrión...

La obra plástica de Patricia Márquez reitera en este desolado septentrión que: “el arte siempre opta por lo individual, lo concreto; el arte no es platónico”, como lo afirmó el poeta Borges. Nuestra pintora explora en nuevas técnicas y lo hace de una manera abierta, como una búsqueda que choca con los linderos no nada más de su tierra —a un tiempo norte y sur— sino también con las temáticas tradicionales que en ningún sentido se proponen la identidad y la belleza como una herramienta al servicio de la convulsión estética.

Los pinceles en esta obra son como un buril que penetra en la realidad, captándola, para denunciarla por inadmisible, pero reconociendo que solo a partir de su comprensión es superable. La obra pretende ponerle sitio a la enajenación generalizada en que se ha vivido a la hora del feminicidio atroz. Pero hay más: habita en la figura un solo fantasma que aparece y desaparece lo mismo en una calle de Juárez que en una de Irak o de la legendaria Palestina. Las fronteras ya no existen, a pesar de estar fragmentadas de acuerdo a la vieja idea de las mismas; las fronteras dividen, nos pulverizan en un mortero que no vemos pero que muele y muele. Es el esfuerzo centrado en la atomización.

Norte fragmentado. Esquizofrenia devastadora. Aquí lo concreto, lo individual son las zapatillas de mujer que ya nadie ocupará, porque un molino devastó un cuerpo que tenía alma y reclamaba vivir. Ni la cruz —emblema de la religión milenaria- ha sido valladar para impedir el tropel de la barbarie y la anomia frenética que hemos padecido y que segmenta la mente de hombres y mujeres.

Atrás de la propuesta plástica está la exigencia de los huesos en el desierto que buscan carne inútilmente porque ya no la tendrán. Pero hay una exhortación implícita —al margen de estridencias y recursos de panfleto— y es lo que distingue para siempre este manojo de estupendos cuadros: la búsqueda de que el verbo de todos se haga carne.

Un norte fragmentado con el sacrificio de las mujeres se encuentra en la obra y es una señal a la mitad del camino para hacer un alto y preguntar ¿Adónde?

Cazador de sueños

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Por Jaime García Chávez, Intelectual, escritor, luchador político.

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